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Texto para el catálogo de Juan Antonio Cortés Abellán (mar/19)

Manuel Vacas • mar 20, 2019

Inauguración de Juan Antonio Cortés Abellán en el Real Casino de Murcia , exposición comisariada por Miguel Olmos , el catálogo diseñado por Julia R. Robles en el que he tenido el placer de colaborar. Un impresionante homenaje a las lombardas. Hasta el 31 de Marzo.
En la foto con Juan Antonio, Julia y Amparo Alegria.

He tenido el placer de colaborar en el magnífico catálogo con el siguiente texto:

Viaje al centro de la lombarda

Pudiera parece difícil para un pintor de lo urbano como yo, hablar sobre un artista tan atado a la tierra como Juan Antonio Cortés Abellán. Artista que camina entre lo natural y lo étnico, que bebe de las raíces del campo, que se funde con tanta naturalidad en entornos de polvo, madera, arcilla, arena. Pero no es así, todo artista visual o plástico sabe de los esfuerzos interiores que el proceso creativo conlleva. Todo artista, en el momento de afrontar una nueva idea, inicia un viaje incierto al centro del objeto de su proyecto. Ese viaje surge normalmente por la curiosidad que el ser humano tiene sobre su entorno, sobre sus orígenes, sobre su futuro, pudiera entenderse como científica, pero no es así, el artista no viaja arropado por la razón, por el contrario camina entre el caos de los sentidos, la magia de las emociones y la mochila de su pasado. Gombrich nos decía que cada artista hereda esquemas sobre los que se basa para iniciar su proceso de ensayo y error. Cortés Abellán sin duda arrastra una corteza adosada a su piel que utiliza como nutriente de sus nuevos proyectos.

El lenguaje que ha trabajado este poliédrico y ecléctico autor nos ha arrastrado a sus mundos de color y texturas a lo largo de su vasta producción. En esta ocasión Juan Antonio nos propone un acercamiento a su mundo interior, a su esencia misma a través de una modesta crucífera de color morado. Una vez más el artista se vuelve a fundir de nuevo con los frutos de la tierra para crear, en un viaje al interior de la lombarda, sencillamente simple, sencillamente inteligente. No solamente la analiza y la desnuda, sino que también y mucho más interesante desde mi punto de vista, la pone en contexto, en esa práctica que Armehin denominaba “la mirada del pintor” haciéndola protagonista de entornos que la acompañan y a los que enriquece, creando escenas donde el artista convierte al vegetal y lo que le rodea, una vez más en arte, el viejo lenguaje, el más universal.

Manuel Vacas


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