Se trata de un arte casi háptico, en el que parece que podamos tocar los elementos esbozados al adentrarnos en sus pinturas. Nos traslada a un mundo no sólo de excitaciones visuales sino también de sensaciones. Efectos que nos llegan nítidos, provocados y evocados por estas pinturas que convocan en su superficie toda una interminable serie de emociones, que apelan no sólo a nuestra contemplación, sino a nuestra total entrega.
Las modificaciones que presentan las diferentes escuelas artísticas demuestran tanto los estados de ánimo colectivos como, las más de las veces, los efectos que acerca de la sensibilidad del artista producen los acontecimientos exteriores que, con su impacto, modifican el camino y el resultado de sus obras. Surge entonces la producción plástica personal que, estudiada a fondo, permite clasificar al artista y ejercer una valoración crítica de su obra. Puede ser un pintor paisajista, introvertido o extrovertido del mismo modo que puede serlo uno figurativo o un surrealista. El hecho de surgir una pintura a través de la mentalidad que ha “contemplado” un determinado objeto o que lo ha “imaginado”, nos da la pauta para juzgar, vista la obra ejecutada, la calidad del artista.
Manuel Vacas ha escogido el camino de la traducción real de los objetos con la variante mágica de mostrarnos un trasfondo poético. El realismo no exime al pintor de la consideración de un ilusionado romanticismo. Con el color es capaz de recrear toda la compleja gama de vivencias de un mundo urbano. Sus lienzos, pintados con austero y sabio procedimiento plástico, poseen la emoción resonante del paisaje, la luminosa soledad de las calles –ocupadas o no por viandantes-, la tensión de lo hondamente sentido. Funde luces, planos, colores… Da una impresión de armonía, de serenidad, de constancia.
A veces la figura humana se alza en el cuadro, pero se siente próxima también cuando no se encuentra en presencia física. La pintura de Manuel Vacas está llegando a un equilibrio entre concepto y sentimiento, a una síntesis de su propia síntesis. Su arte te atrapa al crear una familiarización con la obra. Nosotros, los simples espectadores de estos paisajes, debemos procurar no quedarnos en lo externo, en la epidermis de la pintura. Hay que intentar penetrar en la envolvente melancolía que eleva el clima sentimental del cuadro, en la dilatación poética que llega a inundar cuanto toca.
Sofía Martínez Hernández
Crítica de Arte
Directora Galería Léucade